Aquella fortísima granizada y el debut tras el Señor Caído

Publicado en MERCED, nº 2 —Semana Santa, 2021—

El hombre propone, pero es Dios quien dispone. La meteorología sólo descompone... temporalmente, que para eso se habla del tiempo. Algo así vino a ocurrir el Jueves Santo de 2019, 18 de abril, mes de las aguas mil, en nuestra última salida procesional hasta ahora. El hombre —léase banda de cornetas y tambores de la Hermandad— propuso debutar tras el Señor de la Caída, pero la meteorología descompuso los ánimos cuando un rato antes de la salida precipitó sobre Osuna torrencial lluvia acompañada de fortísima  granizada. Pero Dios dispuso que los cielos se abrieran y, aunque con retraso y tras acortar el recorrido, la cofradía salió. La banda de cornetas y tambores pudo estrenarse tras la venerada imagen de Nuestro Padre Jesús Caído. 

Esa tarde de Jueves Santo culminó un proyecto concebido en mayo de 2016 por NN. HH. Gonzalo Pérez y José Luis Montero: fundar una  pequeña escuela de música. Sobre la base de educar y formar a jóvenes en un ambiente de fraternidad, el fin era constituir una banda que en el futuro acompañara al Señor en sus salidas procesionales y colaborara en actos benéficos y solidarios.

La presentación de la banda había tenido lugar en la Casa de la Cultura, en enero de 2018. En la Semana Santa de ese mismo año abrió el cortejo procesional, precediendo a la cruz de guía. En 2019 tocó detrás del Señor de la Caída, dirigida por N. H. José Luis Montero «Joselu». Pero antes de hacerlo se vivieron horas de incertidumbre y congoja.


«¡Que no salimos, que no salimos...!»

—Joselu, ¿qué recuerdas de esa tarde?

—En verdad se trata de un día para no olvidar. Antes de salir de mi casa cayó una granizada grandísima. Todo el mundo la recordará. Iba con un compañero y durante 30 minutos, por lo menos, tuvimos que refugiarnos en la tienda de Fabiola, en la plaza de España. Cuando salimos nos dirigimos a la plaza de Guadalupe, lugar de cita de la banda. Nos encontramos a los músicos llorando. «¡Que no salimos, que no salimos...!», decían. ¡Claro! Después de aquella granizada, lo más lógico era no salir. Pero, no sé cómo ocurrió, empezamos a tocar. Nos fuimos hacia la iglesia tocando en ordinario. No sé qué hicimos, ni sé qué pasó, pero Nuestro Padre Jesús Caído y Nuestra Madre de los Dolores nos pusieron la mano en lo alto y dejó de llover.

—Y a partir de ahí...

—La verdad es que todo fue puro nervio... Allí, en la puerta, estábamos esperando. Decían: «Que no salimos, que no salimos.» Pero nosotros veíamos que ya no llovía más. Entré en la iglesia, pues era miembro de la junta por aquel entonces, y me pidieron mi voto: si salir o no salir. Yo voté sí. Otros miembros de la junta decían que no. Medio convencí a unos cuantos y decidimos salir. Fue una experiencia muy bonita. Cuando volví y le dije a Luis Vázquez Mancera que sí, que salíamos, todos los músicos estaban nerviositos y con lagrimillas...

«Me temblaban hasta las pestañas»

—Estabas en la puerta de la iglesia y, a pesar del mal tiempo, no perdiste la esperanza de salir y enviabas mensajes positivos a la junta. ¿Te acuerdas de ese momento tan especial?

—Sí, claro que me acuerdo. Yo estaba fuera y además es que estaba lloviendo. Pero veía el cielo que se abría, la banda tocaba y no llovía más. Y yo enviando los audios... Ja, ja, ja... Fue muy buena la anécdota de Nieves Sánchez: «Que yo estoy en la espadaña y aquí no llueve, vamos p'alante...» y ya casi estaba el paso del Cristo en la calle. Fue algo muy bonito.

—Era vuestro primer acompañamiento al Señor en toda regla. La banda empezó con cierto nerviosismo, normal, y poco a poco se fue creciendo durante el recorrido, ¿cómo lo viviste?

—Sí, así fue. Cuando la salida, y con el nerviosismo, me correspondía tocar un solo. No me salió mal, pero me temblaban hasta las pestañas. ¡Y ya en la plaza de España...! Hay que tener en cuenta todo lo que pasó la banda. Había quienes decían que éramos una banda muy joven, que para ir detrás del Señor todavía era muy pronto... Había, incluso, hermanos de la cofradía que no confiaban en nosotros, y la verdad fue que los muchachos dieron el callo como nunca.

Una marcha tras otra

—¿Qué lugar del recorrido recuerdas especialmente?

—Para mí, la parte más bonita, en la que el pueblo se quedó más sorprendido por cómo estaba tocando la banda, fue la de la calle Hornillos, donde tocamos Mis valientes costaleros. Resultó impresionante.

—¿Y la entrada en la iglesia?

—Cerca del templo resultó también impresionante. Yo mismo me decía: «No llegamos, no llegamos vivos...» Porque una marcha, otra, y otra... Cuando llegamos arriba me dice mi Jairo de mi alma: «Toca La Pasión, A ésta es y, si no recuerdo mal, A los pies del Caído , y para la entrada, La Dolorosa.» En esta última, además, interpreté el solo. Impresionante. No se nos olvidará.

El banderín recuperado

—Una vez dentro el paso del Señor y cumplido, con creces, vuestro cometido, ¿cómo se vivió entre los chavales?

—Yo me tuve que ir. Cuando salí estaban fuera Luis Vázquez, Diego Muñoz, Elena Prieto, la mayoría de los más mayores. Estaban todos llorando como magdalenas. Me agazapé y me dije: «Aquí no me ve ni el Tato.» Porque yo soy de lagrimilla fácil y... Me quité un poco de en medio. Ya cuando se tranquilizaron, ¡no veas!, nos fundimos en abrazos. Fue todo muy bonito.

—¿Alguna otra anécdota que evocar?

—La del banderín es muy buena. Resulta que tocábamos el Domingo de Ramos en Alhaurín de la Torre y no teníamos banderín. Bueno, teníamos uno que estaba hecho del mantolín de un tambor, pero resulta que el verdadero banderín nos lo llevó el Viernes de Dolores un componente de la primitiva banda, pues lo tenía en su casa guardado. Su madre lo vio y le preguntó: «Niño, ¿esto qué es?» Y el muchacho nos lo llevó el Viernes de Dolores. En ese momento estábamos ensayando. Una historia para enmarcar.

—Joselu, llegamos al término de la entrevista. ¿Algo que añadir?

—Sí, desearles a mis músicos lo mejor y decirles que, si Dios quiere, pronto estaremos otra vez detrás del Señor.


Aquel Jueves Santo, el de 2019, pudo salir la cofradía porque Dios así lo dispuso. El granizo resultó, al final, una helada anécdota que se fue con su ingrata música, ronca y destructiva, a otra parte. La buena música se quedó de nuestra parte. Con su Señor Caído.

J.M.A./ J.C.M.

.