La Columna | J.C. Maysounave —2/10/2025—

Francisco Javier Govantes, párroco y artista


Entre los clérigos de Osuna con más renombre durante la primera mitad del siglo XX se encuentra Francisco Javier Govantes García. Sin embargo, por razones que se desconocen, apenas existe información documentada sobre el presbítero más allá de ser identificado como persona culta y relevante de la sociedad ursaonense.

(reseñar a Valderrama, Aparicio…?)


Aunque el religioso compartía el mismo apellido de una conocida familia de la burguesía agraria en la sociedad ursaonense del siglo XIX, su procedencia y orígenes nada tienen en común. Al parecer, su padre, Francisco Govantes de la Madrid, se trasladó hasta Osuna desde la capital del reino para ejercer como profesor en el Colegio de "La Purísima Concepción" y se cuenta que, entre sus alumnos, se encontraba el mismísimo Francisco Rodríguez Marín.

Al profesor Govantes de la Madrid se le identifica también como dramaturgo o autor de obras teatrales del siglo XIX. Con estas inquietudes literarias, es de suponer que se entablara buena relación entre el profesor y su aventajado alumno.

Antonio Martín Vázquez, conservador-restaurador de obras de arte —y facilitador de mucha información aquí apuntada—, atesora un ejemplar de "Suspiros", el primer libro de versos personales de Rodríguez Marín, editado en Sevilla en 1875. El mismo le fue donado cuando valoraba diversos objetos de la casa donde vivió el presbítero con su familia en la calle Alpechín. En algunas de sus páginas se observan curiosas ilustraciones y escritos realizados por un infante Francisco Javier, apuntando buenas maneras —con el lápiz y la pluma— que el tiempo fue ratificando. Respecto al dibujo, las evidencias posteriores son múltiples y conocidas. En cuanto al verso, la inclusión de Govantes García en la recopilación «Poetas de Osuna» de Enrique Soria Medina (1982), es un dato fehaciente.

A partir de su ordenación sacerdotal y desempeño en la iglesia colegial de Nuestra Señora de la Asunción, Govantes desplegará sus facetas más populares entre la devoción y el arte.

Por una parte, su prolongada actividad clerical —primero como párroco de Consolación y luego como arcipreste de Osuna—. Por otra, la destacada labor artística ejercida como diseñador de mantos marianos y otros enseres que han contribuido a enriquecer el patrimonio de distintas hermandades y cofradías de la villa.

Entre su abundante obra cofradiera, destaca su trayectoria como dibujante de bordados de estilo romántico para piezas procesionales de notable ejecución. Siguiendo el orden cronológico de los respectivos estrenos, el canónigo proyectó la primera túnica bordada de Jesús Caído (1908) y el manto a juego de Nuestra Señora y Madre de los Dolores (1914). A continuación, casi en paralelo, trazará los fastuosos mantos de salida de las Dolorosas de la Hermandad de la Pax (1917) y de la hermandad Servita (1923).

En todas estas piezas, habrá de coordinarse con las hermanas bordadoras de distintas órdenes religiosas. Para la hechura y conjunción de las prendas de los Titulares de la cofradía del barrio de la Merced, formará un fértil binomio con las carmelitas de San Pedro. En cambio, para las posteriores confecciones de la Pax y los Servitas, el tándem creativo será con las religiosas de Santa Clara, de las que llegó a ser su confesor.

Menos conocidas son otras actuaciones artísticas tan llamativas como la misma decoración de la bóveda de Consolación y su afición por la pintura que plasma en cuadros como "El milagro de los panes y los peces" —en el mismo templo— o "La Divina Pastora" —en el monasterio de las Descalzas—. Asimismo se le atribuye la pintura de varias cartelas en andas y pasos que siguen procesionando en nuestros días, como los de la Quinta Angustia, o las originales del paso que precedió al actual de la Dolorosa de la hermandad servita, luego en la Pax y actualmente en poder del Santo Entierro.

Seguramente serán numerosos los enseres, insignias y distintos objetos de uso cofradiero y eclesiástico que fueron diseñados por el presbítero que —identificados o no— se conservan en nuestros días.

No es de extrañar la rica producción del artista, considerando además que sus habilidades para el diseño eran acompañadas de una generosa motivación personal. No en vano, muchas de sus creaciones fueron colaboraciones que partían de su propia iniciativa, sin pretender ningún tipo de compensación más allá de la satisfacción de un espíritu creativo inquieto.

En tantos años de servicio ininterrumpido a Consolación y considerando su estrecha vinculación con las manifestaciones de piedad popular, parece segura su decisiva influencia sobre las reorganizaciones de las hermandades de la Pax y de la Patrona. A la consabida labor de guía espiritual se sumaba la tutela y orientación en cuestiones artístico-estéticas. Entre ellas, se le considera artífice de la capilla del Cristo de la Pax.

En cuanto a su condición clerical como arcipreste o administrador general de las tres parroquias de la villa —Asunción, Victoria y Consolación—, su nombramiento y posterior desempeño viene a coincidir con un periodo especialmente sensible y oscuro para la historia de España y, particularmente, para las manifestaciones religiosas populares.

Así, puede decirse que su estreno como arcipreste no fue todo lo amable que hubiera deseado. Debido a la crispación social del momento, habría de asistir a las suspensiones procesionales de todas las hermandades en los años de 1932 y 1933. Al siguiente año no hubo tal consenso y sería testigo directo de las salidas efectuadas por Humildad y Paciencia, Vera-Cruz y Jesús Caído, corporaciones que decidieron volver a ofrecer sus imágenes a la veneración pública. En 1935, presidiría una extraordinaria procesión con motivo del Año Santo, donde Osuna volvió a disfrutar de la exaltación de todas sus devociones penitenciales.

En la mañana del Viernes Santo de 1936, la hermandad de Jesús Caído efectuó la única y extraordinaria salida procesional de aquella Semana Santa. Desconocemos si el arcipreste estuvo presente o participó de alguna manera en tan valerosa estación de penitencia.

Unos años después, en el ámbito de su parroquia y en un contexto de manifestaciones populares muy diferentes, es de suponer que presidiría la primera peregrinación romera hasta el "Cortijo el Rosso" en honor de Nuestra Señora de Consolación (1940).

También en el ejercicio del arciprestazgo, a Govantes se le atribuye la recuperación patrimonial del retablo mayor de la iglesia del convento del Santísimo Calvario de los franciscanos recoletos (Pedro García de Acuña, 1702), con el correspondiente traslado y adaptación estructural al presbiterio de Consolación donde pasaría a ser presidido por la Patrona.

Algunos de los datos aquí apuntados —y otros desdibujados de la memoria popular con el paso del tiempo— resultan merecimientos más que suficientes para que el Consistorio decidiera rotular como «Arcipreste Govantes» la placita que es antesala natural a la iglesia de Consolación, desde donde ejerció como párroco y artista de Osuna durante tres décadas consecutivas hasta su fallecimiento.