
La Columna | Juan Carlos Maysounave 28/07/2025
Entrevista a Emilio Cecilia
Un ejemplo a seguir, un hermano en mayúsculas
No resulta exagerado afirmar que Jesús Caído ha marcado la vida de Emilio y la de su familia. Desde antes de nacer, estaba destinado a ser del Caído. Sus raíces familiares y sus circunstancias vitales, así lo determinaron. Su trayectoria, sus vivencias y recuerdos posteriores lo atestiguan y refrendan.
Como veremos, nuestro protagonista nació dentro de la Merced, tal cual, y se crió en una gran familia, junto a 9 hermanos más: Aurora, Luis, Carmen, Asunción y María Jesús; además de Anita, Pepe, Antonio y Felipe, que fallecieron.
Formó su propia familia tras casarse con Encarna Sanchez Cervilla, de cuya unión nació su hija Sonia y sus dos nietos —mellizos de 9 años—, Antonio y Emilio.
Tras varias tentativas anteriores que no llegaron a buen término, por fin pudimos concretar la ansiada entrevista en casa de este personaje histórico de la Hermandad. La reunión tuvo lugar el día 10 de mayo del presente. El sábado anterior a la Feria de Osuna.
Emilio nos recibió amablemente para la ocasión. Nos esperaba elegantemente vestido y nos hizo acomodarnos en el tresillo del salón de su casa. Percibimos que el momento era especial. No obstante, la aparente formalidad dio paso, enseguida, a una distendida conversación. Más que seguir un guión predeterminado, pudimos disfrutar de una amistosa charla. Sin movernos del corazón de su casa, las palabras de Emilio nos trasladaron a diferentes épocas y momentos de su dilatada vida, siempre vinculada a esta bendita hermandad.
— Emilio, puedes ser uno de los hermanos más antiguos de nuestro censo…
— El día 10 de julio cumplo 90 años, nací en 1935. Seguramente sea uno de los hermanos más de más edad, puede ser.
— ¿Por qué te hiciste hermano de Jesús Caído?
— Por tradición, por mi padre. Mi padre (Ildefonso Cecilia) fue muchos muchos años hermano mayor. Era empleado en el hospital (en la Merced), era el contable del hospital y se hizo hermano de Jesús Caído. Porque estaba allí y vivíamos allí mismo.
— ¿En la Merced vivía tu familia?

— Sí, yo nací en el hospital. Pero no como un enfermo, sino en la vivienda que teníamos allí, allí dentro. En la cuesta de Marruecos, las ventanas aquellas eran las habitaciones de la casa de mi padre. Y allí vivíamos y allí nací yo.
— Vaya, que estabas destinado a ser de Jesús Caído…
—¡Si! (risas)
— Tu padre vendía chacinas y tuvo una tienda en la calle Carretería…
— Sí, era chacinero. Hacía la matanza y luego vendía la carne, hacía chorizos, morcilla… Antes estuvimos viviendo en la calle Molino, aquí un poquito más abajo. Fueron unos años muy malos, por lo visto aquí se hizo poca chacina. Decían que esa casa parecía que estaba "maldecía", y decían "vámonos de aquí". Hasta que encontraron quien les compró la casa y entonces nos fuimos a la calle Carretería.
— Tu padre fue hermano mayor justo después de la salida de la cofradía de 1936, en plena Guerra Civil. ¿Te contó algo de aquellos años?
— No, mi padre no quería hablar de eso. Decía "¡niño deja esas cosas! Que son tan desagradables…"
Recuerdos de la Merced
— Emilio, tú has sido un hermano activo, has participado en distintas juntas de gobierno, como hermano mayor bastantes años…
— Sí, fui hermano mayor muchos años y también tesorero. Pero sí, fueron muchos años…
— ¿Algún recuerdo curioso que te venga a la mente de la Merced?
— Recuerdo el año que me metí de costalero por primera vez, que fue en la Merced. Porque verás. Casi ya a la salida, cerca de la puerta, aquí estaba un cementerio que había en la iglesia y tenía una chapa de puerta, estaba forrada. Y llegando a la puerta, debajo del Cristo, al pisar aquello resonó muy fuerte "pom-pom-pom" Y mira… a mí aquello me dio una impresión, ¡que me acuerdo todavía! Porque allí si caías abajo… ¡te ibas al panteón! (risas) "pom-pom-pom". En la cabeza tengo los pasos de los costaleros y no se me olvidan…
— Y qué más recuerdos tienes de cuando la hermandad estaba en la Merced…
— Bueno de la Merced recuerdo que iba con una hermana mía, mi hermana Aurora. Íbamos a vestir los Santos. A esas cosillas yo era fijo allí. Particularmente en los cultos mi hermana y yo íbamos mucho. Y mi hermano Pepe, el mayor, también me llevaba allí. Esto tendría yo siete u ocho añitos, por ahí por ahí…
— Se hacían buenos cultos por aquel tiempo…
—¡Se ponía la Merced...! ¡No había gente de pie! Les pedían las sillas al cine Capado porque no había sitio en las bancas.
— Y eso que entonces eran quinarios, ¿no?
—Sí, quinarios se hacían.
— ¿Cuáles eran las capillas de la hermandad?
— Entrando, a mano izquierda. Del altar para la calle, las dos primeras a la derecha. Por cierto, otra cosa. En las reglas pone que cuando fueron a pedirle al padre superior de los mercedarios permiso para hacer la hermandad, les pidieron cinco sepulturas y se las dieron. Eso está escrito. También una lámpara y un cuadro pintado por las dos caras…
— El cuadro de Ánimas de la Virgen del Rosario, el cuadro-estandarte de la Hermandad…
— Sí. Yo para mí que hay uno igual en las Descalzas.
— En la Merced también estaban las monjas del hospital...
— Sí, las monjas estaban siempre deseando que llegaran los hermanos de Jesús Caído. ¡Había una unión entre la Hermandad y las monjas grandísima! Ellas tenían las llaves de los enseres, de donde se guardaban todas las cosas.
— ¿Y cómo se vivía en el barrio nuestra estación de penitencia?
— Del barrio me acuerdo que cuando se encerraba Jesús Caído, había unos que cantaban saetas. Eran dos hermanos. Se subían al púlpito y allí cantaban… Uff, ¡nos podían dar las dos o tres de la mañana! (risas).
— ¡Qué bueno! ¿Y te acuerdas cómo se llamaban esos hermanos?
— Sí, los hermanos Maraver. Ellos eran los que limpiaban los pozos ciegos que antiguamente había en las casas. Ellos se dedicaban a eso.
— Y cuando se derrumbó la Merced, aquello sería tremendo…
— Bueno mira… de eso… yo voy a pasar. Porque ahí pasaron tantas cosas… que yo quiero pasar.
A la hermandad le propusieron que se fuera allí (de vuelta a la Merced) y eso vino publicado. Y que pidieran, que estaban a tiempo de hacer las cosas, pero los que habían entonces no hicieron nada. Fue una época de una soledad grandísima en la hermandad. Pero, sin embargo, el paso que tiene el Cristo sí lo hicieron ellos y el paso anterior que había de la Virgen también lo hicieron ellos. Hicieron los dos pasos.
— ¿Cómo eran los antiguos pasos?
— Como yo los recuerdo, eran dos pasos dorados. Y entonces no se ponían tantas flores.
— ¿Y qué fue de aquellos pasos?
— Pues mira, cuando yo iba a Lantejuela a comprar trigo por mi trabajo, recuerdo un día que hacía muchísimo frío y, enfrente de donde estaban los almacenes, había un grupo de gente del paro que tenían una candela encendida. Y cuando me acerqué vi que estaban ardiendo los pasos de Jesús Caídos.
— ¡Qué barbaridad!
— Sí, los quemaron para calentarse.
Los críticos años 60
— Los años 60 fueron muy movidos y de muchos cambios. ¡Hasta se cambió de Cristo!
— Sí, al Cristo lo cambiaron. ¡Un Cristo nuevo hicieron! No se parecía en nada a Jesús Caído… (risas).
— ¿Y por qué se hizo ese cambio? ¿Qué recuerdas?
— Bueno… yo no lo sé… te lo he dicho antes. Fueron años muy oscuros para la Hermandad. Entonces estaban Félix Pelayo, Parejito León, Eduardo Quijada… Ellos se reunían, se tomaban sus copitas, hablaban de la hermandad… y decidían las cosas que hicieron… Bueno, como te he dicho, también hicieron los dos pasos. Las varas del palio actual también las hicieron ellos.
— Cuando se decidió el cambio del Cristo, ¿se hizo algún cabildo o se consultó a los hermanos?
— Que yo sepa, no. Que por cierto el cuerpo del Cristo nuevo es el actual y lo que tiene del viejo son los cachetes de la cara, lo que es "la careta".
— Parece que no gustó nada el nuevo Cristo…
— No, sólo salió un año (risas).
— Y del antiguo Cristo, ¿qué me dices?
— Pues que le decían "la bicicleta". Como iba agachado con una mesita que se le ponía donde se apoyaba el cuerpo, por la postura que tenía en el paso le decían eso (risas).
— Seguramente estaría en muy mal estado…
— Estaría malo, porque desde que se hizo....
— Puede que no se le hubiera hecho ninguna restauración, ¿verdad?
—No, que yo sepa.
— ¿Quién era entonces el Hermano Mayor?
— En esos momentos era Félix Pelayo.
— ¿Era de Sevilla?
— No, era de Estepa y trabajaba en la Contribución (antiguas oficinas en la plaza del Bacalao). Se vino a Osuna y se pegó a la Hermandad. Es que Félix y Manuel Andújar, el padre de los Andújar, sirvieron juntos haciendo el servicio militar y entonces las amistades de la mili… ¡esas eran eternas! Y de ahí que Félix se pegara también a la Hermandad.
—Qué curioso que muchos cargos de la Hermandad eran compañeros de trabajo…
—Sí, Eduardo Quijada también estaba en la Contribución. Parejito León en el ayuntamiento. Y Joaquín Arauz, que se metió también en la Hermandad porque trabajaba en la Contribución y para mí… (hace una pausa como si marcara un punto y aparte).
—Siga por favor…
—Yo digo que Joaquín Arauz es para nosotros como el Manuel Ojeda de la Macarena, salvando las distancias (Juan Manuel Rodríguez Ojeda fue un célebre bordador que ocupó distintos cargos y marcó una época por sus diseños en la Hermandad de la Esperanza Macarena). Ahí está todo lo que hizo Joaquín sin que la Hermandad tuviera un duro. ¡Pero fíjate todo lo que hizo! Ahí está su gran valor.
— Tu entonces eras hermano pero aún no estabas en la junta de gobierno. …
— No, no. Era hermano pero ni iba por allí, porque ni se citaba ni nada de nada.
— Y de las salidas de aquellos años…
— Recuerdo un año que se ve que no había quien montara los pasos, no había gente. Pepe Vilches y yo fuimos a la calle a buscar gente ¡y arrimamos allí a 50 tíos!
En Santo Domingo
— En tu etapa de hermano mayor en Santo Domingo se hizo el actual paso de la Virgen…
— Recuerdo el día que le entregaron los barrenderos a León, padre, los trozos rotos del paso (antiguo) de la Virgen, que lo llevaba el Corpus. ¡No se me olvidará a mí eso en la vida! Porque el Corpus salía entonces en el paso de la Virgen nuestro (el anterior) y cada vez lo entregaban en peores condiciones. Aquello no podía seguir así y con el nuevo nos negamos rotundamente. Eso es otra historia, pero bueno…
— Cuente, cuente…
— Tiene tomate, ¡la que se lió! Pero nos negamos a seguir así. ¡Que no se monta más la Virgen en ese paso! "Venga, a ver, quién va a venir a Sevilla a buscar un paso" Así fue… ¡y nos fuimos a Sevilla! Y con 5.000 duros que tenía la hermandad empezamos a trabajar y llegamos a 875.000 pesetas que costó el paso. Y aquel mismo día nos vinimos de Sevilla con el paso contratado.
— ¿Quiénes estaban contigo en aquella junta?
— Ojú ¡Muy buena gente! Si no es por ellos, yo no hago nada. Salvador Rodríguez, Frasquito, los hermanos Vilches, León, Perea, Joaquín... Félix Pelayo, Eduardo Quijada... Félix me ayudó mucho, porque yo le pedía consejo y el hombre se volcaba conmigo, me decía "tira por aquí, tira por allí" y me dio muchos consejos. También estaba metido Rafael Díaz el electricista... Había más… pero, eso sí, ¡todos íbamos a una!
— Y estando en Santo Domingo, ¿nunca se planteó volver a la Merced?
— No. Aquello llegó hasta donde llegó. Yo le pedí una llave a Rodríguez Buzón. Aquello estaba vacío, era una cochera. Y nos llevamos los pasos y los chismes viejos a la Merced. Y había una puerta que daba al claustro, al patio grande de la Merced y a la iglesia, que estaba abierta. Les dije a ellos que había que echar un tabique y así se quedaba la iglesia totalmente aislada del patio y todo el resto del edificio. Que por cierto, antes de echar el tabique, un día…
— ¿Qué pasó?
— Buscando arriba, paseándome por allí, encontré los libros de actas que tiene Nieves. En un camaroncito ¡muy chiquito!. Allí en un rinconcito estaban.
— ¡Qué buen hallazgo! Patrimonio de la Hermandad, muchos años de historia…
— Sí, por lo menos un siglo hay en esos libros.
— Dicen que se pudieron perder muchas cosas de la hermandad…
— De la hermandad no creo que se perdiera mucho.
— ¿De la iglesia más bien?
— No sé… (aquí hace el gesto de cerrar la boca y no querer hablar por prudencia).
— ¿Puede haber muchos libros de la hermandad dispersos en domicilios particulares?
— Bueno, los libros que había los tiene mi sobrina Nieves porque se los di yo. Y León tiene todo lo que pilló, siempre buscaba, buscaba…
— ¿Y los enseres?
— Hoy están mejor que antes. Porque antes estaban en el almacén de Santo Domingo y allí había humedad para reventar. En Santa Clara están recogidos. También los pasos.
— La caseta de la hermandad en la Feria se estrenó siendo tu hermano mayor…
— Sí, pero mira yo no pude ir ese año.
— ¿Y eso?
— Estábamos arreglando el salón de Santo Domingo porque nos dijo el cura (Don Desidero Salas) "arreglarlo y esto es para ustedes" y después no fue así, ni mucho menos ¡ni mucho menos!. Pero bueno… ya está en la Gloria de dios, que lo perdone que es quien lo tiene que perdonar.
Estábamos allí y entonces como trabajábamos todos a una, decíamos "¿vamos? ¡vamos!" Y andábamos con una carretilla metiendo arena… ¡mira! Y de golpe y porrazo siento un dolor aquí en la pierna "¡aaay!…. ¿Quién me ha tirado una piedra?" Me siento y mira, ya no me podía levantar. Se me había hecho una flebitis y estuve 40 días en la cama, acostado y sin poder moverme. Por eso no pude bajar a la caseta. Pero me acuerdo que me llevaron esta gente una botella de vino, firmada por casi todos, y un plato de gambas (risas). Los hermanos tuvieron un detalle conmigo, se acordaron de mí.
— ¡Qué bueno! ¿Conservas la botella firmada?
— Pues mira la he tenido hasta hace poco, pero se cayó en una limpieza y se hizo añicos.
— Alguna otra anécdota que recuerdes con los hermanos…
— Bueno también iba a visitar a los hermanos más mayores buscando fotografías y echaba un rato con ellos. No sólo pensaba en los pasos. Yo me iba a ver a los hermanos, iba a casa de uno, de otro… y charlaba con ellos. En unos sitios me recibían bien y en otros no tanto (risas). ¡Fuimos a un montón de casas!
El paso de palio
— De los años que estuviste al frente de la hermandad y de todos los proyectos, ¿con qué te quedas?
— Con el paso de la Virgen. Y bueno es que después ya nos calentamos. Hicimos el paso, hicimos las jarras, hicimos los candelabros de cola... También el manto, que traspasarlo a un terciopelo nuevo costó 900.000 pesetas. Y este que está aquí, antes de que lo que se hubiera dicho, tenía todo entregado y pagado del paso. Eso muy poca gente lo podía decir, porque yo me encontré deudas anteriores que no sabíamos.
— ¿El paso de palio se quedó terminado contigo?
— Bueno ya después Frasquito hizo el techo del palio y las bambalinas que se forraron por dentro. En todo eso estuvo Joaquín, Bueno las bambalinas por fuera, no. Eso lo hicieron en San Pedro, porque esos eran los bordados de la túnica del Cristo viejo que se aprovecharon ahí.
— ¿ Y recuerdas las primeras flores que se pusieron?
— Bueno, los primeros claveles que sacó Jesús Caído fueron de tela y para que olieran se les echaba bastante colonia... ¡Y no veas cómo olía aquello! (risas).
Para terminar
— En tu opinión, ¿qué es lo que más necesita la Hermandad en estos momentos? Un paso nuevo del Señor, una casa-hermandad…
— ¡Un líder! ¡Un líder! (su expresión se vuelve seria y rotunda). Una persona que sepa mandar y llevar a la gente, eso es lo que se necesita. Y quitar lo negativo que hay. Por eso digo un líder, que pueda sanear la hermandad sacando fuera lo que sobra. Para mí es lo más necesario.
— Emilio sinceramente ha sido un placer charlar contigo, ¡muchísimas gracias por atendernos!
— Nada, esto también es hacer hermandad.
— Quieres añadir algo para terminar…
— Ojú…¿qué quieres que te diga? (se queda pensativo un instante). Que vivo muy agradecido a Dios, a mi Jesús caído que tantos años he estado a sus pies (en ese momento se le hace un nudo en la garganta y se se emociona antes de continuar). He pasado malos momentos en la Hermandad, pero los buenos los superan. Los malos se olvidan, los buenos no se olvidan. Los malos momentos pasan, pero los buenos no se olvidan nunca. Y yo, ya te digo, he pasado ratos muy buenos, pero que muy buenos en mi Hermandad.
Emilio es, ante todo, buena persona. Creo que no cabe mejor etiqueta. Breve, sencilla, directa, sin dobleces. Tal como es el personaje, cuya definición literal de la RAE complementa su perfil a la perfección: «persona de distinción, calidad o representación en la vida pública».
Emilio es toda una institución en la Hermandad de Jesús Caído y, por extensión, en la Osuna cofradiera. Es un hecho incuestionable.
Emilio representa lo mejor de este complejo mundillo de las cofradías y de las hermandades en Osuna, no siempre bien valorado y ponderado. A veces incomprendido e incomprensible.
Emilio ha sido ejemplo de dedicación, esfuerzo y trabajo desinteresado al servicio de la Hermandad a lo largo de muchos años. También es paradigma de compromiso y autenticidad. Asimismo, de humildad, transparencia y valentía. Siempre de frente y hacia delante, como buen costalero que se fajó bajo el Caído en sus años mozos y como gran Hermano Mayor que fue, en su madurez, tomando el testigo de una idiosincrática cofradía que se recuperaba en Santo Domingo después de la desafortunada confluencia de variables —destino y desatino— que habían removido sus mismísimas raíces fundacionales en la década anterior.
Cuando redactamos estas líneas, Emilio ya ha cumplido los 90 años, habiendo disfrutado de una entrañable celebración familiar. De los cuales, 56 años como hermano de Jesús Caído. Nueve décadas muy bien llevadas. Y siempre, bajo la misma devoción. La auténtica, la que mana de nuestros Sagrados Titulares y no entiende de egos ni protagonismos.
A pesar de su avanzada edad, no todo es nostalgia. Ni mucho menos. Emilio es pura energía y perspicacia. Desde la particular atalaya de una sabiduría acumulada, sus vivencias y serenas reflexiones son un tesoro para nosotros. Sus palabras resuenan hoy cual oro fino. Como un rico bordado legado por un artesano hecho a sí mismo. Imposible confeccionar por otras manos, ni replicar por mucha inteligencia artificial que se precie.
Muchas gracias por todo Emilio Cecilia Franco. Siempre orgulloso de tu hermandad, en las buenas y en las no tan buenas. Sin duda, un ejemplo a seguir para todas las generaciones de hermanos de Jesús Caído. Pasadas, presentes y futuras. Un hermano en mayúsculas.