Las advocaciones de la Dolorosa de Jesús Caído

[Artículo publicado en la Revista de Semana Santa de Osuna, 2021]

En la rica historia de la Real Esclavitud de Nuestro Padre Jesús Caído encontramos un hecho que nos parece absolutamente excepcional y sin parangón conocido: la existencia de hasta cinco advocaciones marianas vinculadas a la cofradía, dos penitenciales y tres de gloria. De las primeras hallamos a Nuestra Señora de la Soledad hasta 1792 y, en adelante, a Nuestra Señora y Madre de los Dolores; de las segundas, a la Virgen del Rosario de las Ánimas Benditas del Purgatorio, María Santísima de la Merced Redentora de Cautivos y la Virgen del Rosario de Santo Domingo. 

Nos centraremos en las advocaciones penitenciales. A pesar del velo que nos oculta información, apuntaremos ciertas circunstancias históricas acontecidas en el devenir de la cofradía y desgranaremos algunas reflexiones e hipótesis que nos sugieren. 

La primitiva advocación 

Pese a no aparecer propiamente intitulada en las constituciones de la hermandad, conocido es que la primera cotitular fue Nuestra Señora de la Soledad. De este hecho queda constancia en ocasionales citas, que se reseñan en los textos fundacionales. 

«La cuarta junta ha de ser la Semana Santa en el día que saliere la procesión (...) Los pasos que han de salir en esta procesión han de ser el de Nuestro Padre Jesús Caído, Nuestra Señora de la Soledad y San Pedro llorando.» «Y si los tres pasos quisieran llevarlos los Hermanos en sus hombros (...) por las horquillas de Nuestro Padre Jesús, del paso de Nuestra Señora [de la Soledad] y del de San Pedro...» 

Desafortunadamente, nada podemos aportar del origen, autoría o valor artístico de la imagen de Nuestra Señora de la Soledad, cotitular hasta 1792. Quién sabe si este simulacro de la Virgen ya se encontraba en el templo cuando fue fundada la hermandad en 1705 y la cedieron los mercedarios para devoción de la cofradía. Esta posibilidad explicaría que no consten reseñas sobre su origen o una posible adquisición por parte de la hermandad, ni posteriormente respecto a su destino final. 

De la lectura de capítulos de la regla fundacional, y en lo que a la organización de cultos se refiere, parece que la devoción hacia la Soledad se fomentaba especialmente entre las hermanas de la cofradía. Así, se establece que durante la procesión de Semana Santa sólo podrían realizar el acompañamiento de la Virgen «las hermanas esclavas», evitando «se mixture hombre alguno a imitación a la que sale en la ciudad de Sevilla». Sin embargo, y durante la procesión claustral que celebraba la cofradía, «las hermanas esclavas de Nuestra Señora de la Soledad debían asistir, con sus luces en mano, detrás de Jesús Caído».[1] 

El cambio de sagrada titular 

A finales de la centuria dieciochesca se produjo el cambio de advocación mariana de Nuestra Señora de la Soledad por la de Nuestra Señora de los Dolores, que es venerada hasta hoy. Esta sustitución no respondió a inquietud alguna en la hermandad, sino que se acató un acuerdo propuesto por la Orden mercedaria, la cual debió desempeñar un influjo considerable en la cofradía. En la siguiente cita, transcrita del convenio fechado en 1792, se resume el planteamiento aceptado por la Real Esclavitud: 

«...el prenotado Reverendo Padre Comendador, impulsado de la ferviente devoción que tiene a María Santísima en el ternísimo paso de sus Dolores, hizo le construyesen una imagen de esta idea, con el fin de colocarla en la iglesia de este dicho convento para que tuviese culto de los fieles. Y habiéndola en efecto traído, propuso a la referida Hermandad de Nuestro Padre Jesús Caído (...) que ésta pagase la mitad del costo que había tenido dicha imagen (...) Y que bajo de este concepto adquiriese la cofradía y tuviese derecho para sacar la referida imagen en las procesiones generales (...) en lugar de la que sacaban de Soledad, por ser más propia la de Dolores en semejantes actos». [2] 

Con el consentimiento al trueque de la nueva titular pudo ponderar la hermandad tangibles beneficios, como una ganancia artística o un impecable estado de la imagen recién adquirida. O, simplemente, estimó las bondades de una inversión patrimonial menos gravosa al hacerse con un simulacro penitencial más acorde con la iconografía fundacional de Nuestro Padre Jesús Caído. 

De lo que no cabe duda es que la Real Esclavitud no participó en la elección de la imagen, ni del escultor, ni de cualquier otro elemento artístico destacable de la encomienda. La nueva Dolorosa ya se encontraba en el convento cuando se le ofrece la participación en los costes. Tal vez, porque resultaron demasiado onerosos respecto a las previsiones iniciales de los monjes o porque se buscara una mayor devoción popular hacia la imagen si se integraba en la hermandad penitencial. Sea como fuere, el papel de la cofradía se limita a sufragar los gastos, incorporando el cambio de titular. 

A nuestro pesar, en el detallado texto del convenio entre la Orden y la Hermandad de Jesús Caído se omite cualquier referencia a la autoría de esta imagen de la Virgen, siendo los únicos datos disponibles su origen malagueño y la fecha de su hechura, en torno a 1792. Tampoco se conocen vestigios gráficos de este simulacro mariano. 

Del destino de la escultura de la Soledad nada ha transcendido. Suponemos que se dispondría su ubicación en alguna capilla de la iglesia o en cualquier otra dependencia del convento mercedario, dado que el trueque fue motivado por interés del propio Padre Comendador. Parece muy improbable que esta imagen haya perdurado hasta nuestros días; en especial, por las vicisitudes que acontecieron en el azaroso siglo XIX. 

Agregación de cofradías 

Los frailes de la Merced Descalza se habían establecido en Osuna en 1609. El convento fue fundado en la ermita de Santa Ana, a extramuros de la villa, en el cenobio que había sido de las monjas clarisas: «...mas poniéndose ruinoso lo abandonaron los frailes y fundaron el que hoy existe al final de la calle Mingolla.» [3] 

En efecto, tras no pocos avatares, en 1637 lograron instalarse en el lugar que hoy en día conocemos como la Merced. 

Después de una primera edificación y la apertura del nuevo templo fueron ejecutadas distintas obras que embellecieron el convento y la iglesia. El templo fue dedicado nuevamente en 1755, el año del terrible terremoto de Lisboa, acusado en toda la Península Ibérica. Estas mejoras y la terminación de la bellísima torre (1768-1775), todo un icono para la Hermandad de Jesús Caído, son atribuidas a la atinada dirección del maestro Alonso Ruiz Florindo, natural de Fuentes de Andalucía. [4] 

A finales del siglo XVIII, período en el que los mercedarios determinaron la incorporación de la advocación de la Virgen de los Dolores a la Real Esclavitud del Señor de la Caída, se sucedieron diversos expedientes administrativos que favorecieron la agregación a la hermandad de otras cofradías establecidas en la iglesia conventual de la Merced. Este proceso queda nítidamente reflejado en el título completo de la Hermandad de Jesús Caído. [5] 

Ello fue debido a que durante el reinado de Carlos III y a través del Consejo de Castilla, presidido por el conde de Aranda, se impulsaron acciones para la ordenación de cofradías. Se pretendía una depuración general de las mismas, mediante la extinción y supresión de muchas de las entidades gremiales o erigidas sin autorización real o eclesiástica. 

Este largo y complicado proceso no tuvo, sin embargo, las consecuencias esperadas. Las complejas características de las corporaciones y los pleitos surgidos dificultaron probablemente los efectos deseados. Las dilatadas deliberaciones se extendieron y trasladaron finalmente al ámbito de las autoridades locales, donde posiblemente acabaran dispersándose en la inacción de confusas competencias. No extraña así que el propio fiscal Campomanes, quien lideró estas actuaciones, aconsejara restringir su aplicación «por temor a una reacción popular». [6] 

No obstante, los acontecimientos históricos posteriores sí tendrán consecuencias de gran calado: 

«Lo que no se consiguió por la acción gubernamental directa respecto a las cofradías se conseguiría poco después por necesidades económicas del erario. La desamortización llamada de Godoy, que tuvo lugar en 1798, afectó a los bienes de las cofradías, que fueron incautados por el Estado en su intento de combatir el déficit público (...) Los acontecimientos políticos y bélicos que tuvieron lugar en los primeros años del siglo XIX irían debilitando cada vez más a las cofradías, que continuarían un proceso de decadencia, ya sujetas a la autoridad civil, mermada su capacidad de gasto y muy afectadas por la crisis económica y demográfica. Entrado el siglo XIX, el número de cofradías en España había disminuido considerablemente.» [7] 

Exclaustración 

 A las adversidades por la ocupación francesa del convento en 1812 durante la Guerra de la Independencia y la inestabilidad política de 1820, siguió la dramática Desamortización de Mendizábal. Como es sabido, se dispuso la expropiación forzosa de los bienes de la Iglesia para alimentar las maltrechas arcas del Reino, una vez perdida la mayoría de colonias en América al otorgárseles la independencia. 

En aplicación de las disposiciones legales, los monjes mercedarios fueron obligados a abandonar el convento en 1835. En el momento de su supresión, en el monasterio había cuatro frailes. Pasó a manos del Gobierno y estuvo ocupado por vecinos. De su iglesia, donde eran venerados los sagrados titulares de la Hermandad de Jesús Caído, se apuntaba que era pequeña, aunque bien acabada. [8] 

Con fecha 18 de noviembre de 1835, Juan José Sánchez, vicario eclesiástico de la villa, firmó junto a Matías de las Morenas, comisionado de Amortización del Partido de Osuna, el acta del inventario de la iglesia de la Merced, una vez suprimido el convento. Ornamentos y alhajas fueron depositados en la iglesia auxiliar de San Carlos y con posterioridad distribuidos -así consta en varios anexos al expediente de inventario de 1835- en iglesias de Puebla del Rubio (actual El Rubio), Martín de la Jara, La Lantejuela y Villanueva de San Juan. Contaba el templo mercedario con numerosos altares [9]. Su retablo mayor, obra del ursaonés Francisco María de Ceiba, está hoy en Sevilla, en la capilla de los Marineros, de la Hermandad de la Esperanza de Triana. 

La exclaustración supuso la supresión de las órdenes religiosas en España, entre 1833 y 1840. Fundamentalmente fueron las masculinas. En Osuna había nueve. Por el contrario, en la Villa Ducal siguieron las órdenes femeninas en sus respectivos conventos de Santa Clara, Concepción Inmaculada, Santa Catalina, San Pedro y Descalzas. 

De estas últimas, mercedarias, moradoras del monasterio de la Encarnación y tan queridas por los hermanos de Jesús Caído, hemos hallado ejemplo de una propiedad de la que fueron desposeídas. 

En enero de 1841, y bajo el título de «Venta de bienes nacionales», la prensa recogió el anuncio de la salida a subasta de una heredad que había pertenecido a estas sores mercedarias: [10] 

«Mata de olivar, pago de los Hidalgos, llamada la Grande, término de Osuna; es indivisible, compuesta de 979 pies y 66 faltas, perteneció a las religiosas Mercedarias descalzas de dicha villa; no tiene cargas; está arrendada en 955 reales 9 maravedíes anuales, venció su arriendo y continúa la tácita; ha sido capitalizada en 28.659 reales, y tasada en 29.264 reales vo., que es la cantidad en que se saca a subasta; ha sido tasada y capitalizada con arreglo a las órdenes vigentes.» 

Años oscuros... y luz en 1841 

Si muchas iglesias y conventos se vieron afectados a causa de la guerra contra el invasor francés (1808-1814), con cierres y expolios durante la ocupación napoleónica, los posteriores efectos de la desamortización y exclaustración vendrían a culminar los peores presagios. Años antes, los avatares políticos del liberalismo y el regreso al absolutismo provocaron que llegaran a prohibirse las cofradías. En Sevilla, gran referente cofradiero, es sabido que las hermandades no salieron en el quinquenio 1820-1825. Serían años muy convulsos y oscuros para la vida de las cofradías. 

No disponemos por el momento de información detallada sobre cómo afectaron los graves acontecimientos de la primera mitad del siglo XIX a la Hermandad de Jesús Caído, que por aquel tiempo tenía entre sus titulares al Señor de la Sagrada Entrada en Jerusalén. Frente a este vacío, en la hemeroteca digital de la Biblioteca Nacional de España hemos encontrado casualmente singulares notas de prensa que, publicadas en el periódico El Católico por su corresponsal en Osuna, cuyo nombre no consta, arrojan algo de luz sobre este convulso período. El texto fue escrito el 1.º de julio de 1841 y publicado el día 30 de ese mes. [11] 

«La hermandad de Jesús Caído, que doce años hacía no llenaba los deberes de su institución, la vimos este año hacer estación el domingo de Ramos en la insigne iglesia colegial con el mayor fervor y entusiasmo religioso, y porque el paso y andas de la entrada en Jerusalén que tenía costumbre de sacar, como propio misterio del día, estaba destruido, repetidas veces se ha reunido después hasta acordar la construcción de nuevo paso y andas que hoy están casi concluidos.»

«La esclavitud de Nuestra Señora de la Merced, que se aniquiló ya hace 40 años sin que de ella casi se conservara memoria, se ha fomentado de nuevo en estos días de calamidad y exterminio; multitud de personas se atropellan por tomar el Santo Escapulario, y ya el próximo domingo 6 de julio empieza sus ejercicios y cultos mensuales con su correspondiente procesión claustral.» 

Esta notas impresas acreditan que la Hermandad de Jesús Caído cayó en gran declive, pues «doce años hacía que no llevaba los deberes de su institución», dejando de hacer su salida en el largo periodo que va de 1829 a 1840. La Semana Santa de 1841 se verificó entre el 5 y el 12 de abril, las mismas fechas que en el desgraciado 2020. 

El casual hallazgo de este excepcional dato, de lo que parece una recuperación de la hermandad en 1841, al menos en la realización de su estación de penitencia, nos sugiere algunas dudas y unas interesantes reflexiones. 

Dice el texto que hizo «estación el domingo de Ramos en la insigne iglesia colegial...» ¿En? ¿O quiso decir «a la colegial»? No es lo mismo. Antaño, las cofradías de Osuna cumplían «estación a la colegial». 

Queda constancia de que la salida procesional en Domingo de Ramos, su día primigenio, se efectuó. Si es «en la colegial», y no «a la colegial», hace que nos planteemos un par de preguntas: 

¿Se mudó la hermandad tras la exclaustración de los mercedarios y pudo reunirse incluso con la cofradía sacramental? ¿O simplemente se trasladaba de manera ocasional, como en esta oportunidad pudo ocurrir después de 12 años sin salir, para la organización de los cultos y retornaba luego a su casa de la Merced, donde tenía capilla en propiedad desde 1760? 

Más bien parece que pudo suceder esto último, como veremos más adelante. 

Los efectos de la famosa Desamortización de Mendizábal debieron de tener más repercusión sobre el convento de la Merced que sobre la propia iglesia. En este templo se mantuvo el culto hasta el mes de marzo de 1964, como iglesia filial de la Parroquia de Nuestra Señora de la Asunción, que fue la única existente en Osuna hasta 1911, año en que fueron creadas las de Nuestra Señora de la Victoria y Nuestra Señora de Consolación. por segregación de la primera. 

¿Y Nuestra Señora de los Dolores? 

El otro hecho relevante del texto periodístico de 1841 es que no reseña la presencia de imagen de Dolorosa. Según el inventario de 1835 sobre bienes de la Merced [12], el Señor de la Caída lucía «tres potencias de lata» y recibía culto en la capilla de la Beata Mariana, espacio que contaba con «retablo dorado, cuatro candeleros de madera, dos de latón dorado, atrilera de madera, manteles y ara, velo morado y una lámpara de metal». Por su parte, Nuestra Señora de los Dolores, «imagen de vestir», era venerada en el camarín de San Ramón Nonato, cuyo retablo estaba dorado a la mitad. Contaba con «candeleros de madera, una cruz pequeña, mantel, ara y atrilera, una lámpara sencilla de hojalata, y tabernáculo de la Comendadora dorado con la imagen de bulto, con corona de lata». 

Quiere decir que en ese momento, recién suprimido el convento, la imagen de Nuestra Señora de los Dolores que vino de Málaga en 1792 se hallaba en el templo. 

¿La reclamaron con posterioridad los frailes mercedarios, propietarios a pachas del mariano simulacro?

No es descartable en absoluto, teniendo en cuenta que desde 1829 la hermandad cayó en clara postración e inactividad, según el corresponsal en Osuna de El Católico. Considerando la forzosa salida de los mercedarios del convento en 1835, nos parece razonable sugerir la hipótesis de que los monjes, ante la incertidumbre generada por el decadente contexto y erigidos en copropietarios e inspiradores  devocionarios directos de su hechura, pudieron dar misterioso y protector destino a la imagen malagueña de los Dolores extramuros de la iglesia de la Merced. 

Esta atractiva hipótesis explicaría que la hermandad, una vez superada la grave crisis corporativa sufrida, se reorganizara con renovadas energías, contemplando una recuperación de patrimonio artístico y devocional perdido. 

Así, en 1842, el mismo corresponsal nos aporta más noticias: [13] 

«...se vio renacer en la Semana Santa el antiguo fervor de los fieles ursaonenses, y cofradías que por muchos años estaban disueltas se vieron hacer estación a la iglesia colegial con las imágenes de su advocación. Sobresalieron entre ellas las de Jesús Caído (de la Merced), que estrenó el paso de la entrada en Jerusalén, de que hablé a vd. en mi comunicación de 1.º de julio último, cuando tantas y tan peregrinas efigies destruye la impiedad en nuestros días...» 

Claramente se subraya que Jesús Caído es de la Merced, un templo que en ese momento estaba a cargo del presbítero Juan Antonio Buzón. En 1842 se habla de [14] «estación a la colegial», iglesia que ese año tuvo obras de restauración para las que el pueblo aportó 2.500 duros , un dineral en aquel tiempo. Pero no se indica presencia [15] de la Dolorosa titular en el cortejo procesional. Se dio la circunstancia de que en esos años, 1841 y 1842, España padeció una fuerte sequía [16], viéndose Osuna muy afectada. [17] 

La Dolorosa de Astorga 

La hermandad encargó el labrado de una nueva imagen de Nuestra Señora de los Dolores, que ya le pertenecería en su integridad y «para siempre». El acceso al inventario de 1873 ha supuesto una revelación extraordinaria que confirma documentalmente la hechura de esta tercera titular, que es la actual Dolorosa. La que todos conocemos. 

Merced a estos documentos puede concluirse que el autor fue el sevillano Gabriel de Astorga Miranda [18], hijo del también imaginero Juan de Astorga, nacido en 1804 y fallecido en 1895. Javier Sánchez de los Reyes, historiador del arte, atribuye igualmente a este artífice la imagen de Nuestra Señora de los Desamparados, de la Hermandad del Dulce Nombre. [19] 

Por la redacción empleada, la cita en el inventario hace referencia a un encargo reciente. Pero daremos un paso más. En el preámbulo del apartado correspondiente [20] al «Inventario de los efectos y alajas (sic) propios Nuestro Padre Jesús Caído y Ánimas», el entonces secretario de la cofradía, Manuel Martínez Meléndez, certifica en 1873 que en el libro de actas se encuentra inserto este inventario de los bienes existentes y, para nuestra sorpresa, refiere respecto a la cofradía «que se encuentra reestablecida nuevamente en el extinguido convento de Nuestra Señora de la Merced, formado en cuatro de mayo de 1869...» Atendiendo a este dato, las fechas estimadas de la hechura de la Dolorosa actual pueden delimitarse aún más; en concreto, entre 1869, año siguiente a la Revolución Gloriosa, que llevó al exilio a Isabel II, y 1873, primer año de la I República. 

Es de suponer que, con la incorporación de esta singular imagen mariana, se fomentarían sobremanera los anhelos de la cofradía por el cambio de día procesional del Domingo de Ramos al Jueves Santo, que resultaría aprobado eclesiásticamente en 1879 a solicitud del entonces hermano mayor de la cofradía, José Antonio Porras y Montero. [21] 

Habiendo sobrevivido nuestra Real Esclavitud a tantos avatares y vaivenes en el turbulento siglo XIX, y si nuestros cálculos son atinados, podemos concluir que la actual imagen de Nuestra Señora y Madre de los Dolores ronda una antigüedad aproximada de 150 años en una hermandad que siempre compartió la devoción al Señor de la Caída con otra advocación mariana penitencial durante los 316 años que se cumplen desde su fundación. 


Juan Carlos MAYSOUNAVE / José María AGUILAR 

Vocales de la Junta Rectora de la Hermandad de Jesús Caído



BIBLIOGRAFÍA

1. MORENO DE SOTO, P. J.: Manuel de Ávalos Pimentel, Alonso Gayón y los orígenes de la Cofradía de Nuestro Padre Jesús Caído de Osuna. Semana Santa en Osuna, 2007. Pág. 57. 

2. HERNÁNDEZ GONZÁLEZ, S. y GUTIÉRREZ NUÑEZ, F. J.: Una aportación documental a la historia de la Hermandad de Jesús Caído de Osuna: en torno a la cronología y posible autoría de la Virgen de los Dolores. Actas de las III Jornadas de Historia sobre la provincia de Sevilla, 2006. Pág. 2.  

3. MENA NAVARRO, Alfredo: Organización eclesiásJca de Andalucía (siglo XIX), según el Diccionario Geográfico-EstadísJco-Histórico de España y sus posesiones de Ultramar (1845-1850). Centro de Estudios Andaluces, 2009. 

4. RUIZ BARRERA, M. T.: Bienes inmuebles expoliados a la orden mercedaria en la provincia de Sevilla. 2007. Pág. 200.

5. MAYSOUNAVE DÍAZ, J. C.: De agregaciones de cofradías en torno a Jesús Caído. Web de la Hermandad de Jesús Caído. Octubre, 2020. 

6. ARIAS DE SAAVEDRA ALÍAS, I., LÓPEZ-GUADALUPE MUÑOZ, M. L.: Las cofradías y su dimensión social en la España del anJguo régimen. Cuadernos de Historia Moderna. Universidad de Granada, 2000. 

7. Ibídem. P. 123

8. MENA NAVARRO, Alfredo: Organización eclesiástica de Andalucía (siglo XIX), según el Diccionario Geográfico-Estadístico-Histórico de España y sus posesiones de Ultramar (1845-1850). Centro de Estudios Andaluces, 2009. 

9. INVENTARIOS DE BIENES CONVENTUALES DE OSUNA. CONVENTO DE LA MERCED (1835). Archivo General del Arzobispado de Sevilla. 

10. DIARIO DE AVISOS (Madrid). 18 de enero de 1841. 

11. EL CATÓLICO (Madrid). 30 de julio de 1841.

12. INVENTARIOS DE BIENES CONVENTUALES DE OSUNA. CONVENTO DE LA MERCED (1835). Archivo General del Arzobispado de Sevilla.

13. EL CATÓLICO (Madrid). 8 de mayo de 1842. 

14. EL CATÓLICO (Madrid). 3 de febrero de 1843. 

15. EL CATÓLICO (MADRID). 10 de diciembre de 1842. 

16 CEDEX. Catálogo y publicaciones sobre sequías históricas. hips://www.miteco.gob.es/images/es/anexo1-fichas-eventos-sequia_tcm30-436652.pdf

17. EL CATÓLICO. 8 de mayo de 1842. 

18. Inventario de los efectos y alhajas propias de la Cofradía de Nuestro Padre Jesús Caído. Osuna, 1873. Pág. 125 

19. https://www.lahornacina.com/semblanzasgabrielastorga.htm

20. MAYSOUNAVE DÍAZ, J. C.: La segunda Dolorosa. Web de la Hermandad de Jesús Caído. Junio, 2020. 

21 RODRÍGUEZ JIMENEZ, F.J y DELGADO POVEA, J.C.: 1879: La estación de penitencia de Jesús Caído, trasladada del Domingo de Ramos al Jueves Santo. Semana Santa en Osuna, 1999.