Las dos iconografías que conviven en Jesús Caído


Desde sus orígenes en 1703, año de su hechura por Alonso Gayón y hasta nuestros días, la imagen de Nuestro Padre Jesús Caído ha logrado inspirar los más fervorosos y piadosos sentimientos, generación tras generación.

Del astigitano Gayón es sabido que abandonó su ciudad natal para trasladarse a Osuna [1], «donde se casó, tuvo a sus dos vástagos y fue hermano de la cofradía cuya imagen titular salió de sus manos».

A lo largo del tiempo son conocidos diferentes apelativos que, con mayor o menor eco popular, han sido empleados en diversos textos para identificar a la Sagrada Imagen, de manera complementaria a su intitulación oficial como Jesús Caído.

«Divino Pastor», «Señor de la Caída», «Santo Cristo de la Caída» o «Jesús de la Merced» sean, probablemente, los más sugerentes y conocidos, relativos a su iconografía primigenia. Se desconoce el empleo de otros apelativos posibles, como «Jesús de la columna» o «Cristo de la Púrpura», por citar hipotéticos ejemplos que no cristalizaron.

A pesar de que la iconografía primitiva de la advocación de nuestro Sagrado Titular lo presenta en su caída junto a la columna, y así se mantuvo hasta los años 60 del siglo XX, hemos detectado algunas citas escritas relativas al cambio iconográfico a la que giraría: la de las Tres Caídas camino del Calvario. Este cambio tuvo un tímido inicio material, no escrito, hallándose todavía la hermandad en la iglesia fundacional de la Merced. Al Señor se le retiró la columna y se le colocó una pequeña cruz, ajustada a su cuerpo, para representar así otro pasaje de la Pasión.

Esta transformación, de la columna a la cruz, coincidió en el tiempo con el fatídico desplome de la bóveda central de la iglesia mercedaria y el obligado traslado a la de Santo Domingo (1964). Poco después fue encargada al escultor Antonio Izquierdo la hechura de una nueva imagen del Señor, pero no para presentarlo caído junto a la columna sino portando ya la cruz al hombro. Esta nueva representación cristífera, que materializaba una forzada y polémica modificación respecto a la iconografía fundacional, fue estrenada en 1965.

Pero he aquí que, para gran sorpresa y pulso a toda lógica aparente, algunas de estas referencias documentales a las Tres Caídas que hallamos en los «Anales de la hermandad»[2] son anteriores al cambio iconográfico. Es decir, ya se emplearon términos relativos a una modificación que aún no se había producido en el tiempo. Este dato resulta inquietante, ¿simple casualidad, desconocimiento, confusión o ya se apuntaban otras intenciones?

Según indica el historiador ursaonés Moreno de Soto [3], cuyas magníficas referencias nos guiarán a lo largo de todo el artículo, «la iconografía original no debía resultar del todo clara ya que en alguna ocasión se confunde con una de las caídas que el Redentor sufrió camino del Calvario»

Ángeles y sayones

La imagen original de Nuestro Divino Pastor representaba la concepción de esta única y singular caída del Señor que no se reseña propiamente en ningún texto o pasaje bíblico, correspondiente a una escena apócrifa que representa el instante inmediatamente posterior a la flagelación cuando, totalmente abatido y exhausto por el salvaje castigo, se dispone a recoger sus vestiduras tiradas junto a la columna [4]. De algún modo simbolizaba el dramático instante de soledad «ante el sufrimiento físico de la Pasión y el dolor moral del abandono de quien se dirige sólo hacia el cumplimiento de su destino, se nos muestra su rostro sereno, con recio el sentimiento y sobrias las facciones»[5].

Según se colige de las reglas primitivas, el fundador de la Esclavitud tuvo a bien confiar la confección, quién sabe si al mismo Alonso Gayón, de varias imágenes más para la constitución de lo que sería el conjunto escultórico que conformaba la iconografía original [6] .

Por tanto, hemos sabido que Jesús de la Merced iba a escenificar un paso de misterio acompañado por cinco tallas secundarias durante su estación de penitencia. De una parte, tres sayones que infligen un descomunal castigo y, de otra, dos ángeles prestadores de auxilio divino. Una dicotómica y heterodoxa composición que sería objeto de verificación y censura eclesiástica [7].

Mismamente en el año fundacional, el vicario general del Arzobispado y de la Santa Iglesia Metropolitana de Sevilla, atendiendo la fiscalización previa del comisario inquisidor, resolvió ordenar a la cofradía que retiraran los ángeles del paso «con la acción y significado en que están». La Esclavitud aceptó el reparo y suprimió las figuras celestiales protectoras. Muy probablemente extendió la medida a los azotadores, hecho a nuestro parecer muy probable, dado que el misterio en su conjunto debió quedar bastante resentido o deslucido respecto a su concepción original.

De ninguna de estas figuras accesorias ha trascendido información, desconociéndose su destino final. Sospechamos que pudieron preservarse de algún modo en el cenobio mercedario, ser devueltas al imaginero Alonso Gayón, posible autor de las mismas, o incluso terminar en el domicilio particular de Manuel de Ávalos, ya que eran objeto de su donación. Si las imágenes celestiales no eran apropiadas por las autoridades eclesiásticas en las procesiones tampoco debían serlo para la contemplación de los devotos en su capilla de la Merced.

Curiosamente la hermandad ha visto incrementado recientemente su patrimonio con el estreno de una peana para el Santo Cristo de la Caída —magnífica obra del artista ursaonés José Carlos Ligero—, en cuyas esquinas del frontal lucen dos ángeles que guardan y ensalzan la talla de Nuestro Divino Pastor Jesús Caído, como puede contemplarse en la capilla de Nuestra Señora de la Soledad —precisamente de homónima intitulación a la primera advocación mariana de la cofradía—, en la iglesia de Santo Domingo, donde recibe culto.

Desde la supresión de los seráficos custodios del paso en 1705 hasta los actuales que se han incorporado a la peana para mayor embellecimiento de la talla —por cierto, exquisitamente policromados por N.H. José Miguel Morales—, y que flanquean así a Nuestro Señor, han transcurridos nada menos que 316 años.

Primera alusión errónea: 1761

Aunque la Esclavitud tenía prohibido, por reglas, entrar en litigio con otras hermandades, con esta fecha se sucede un curioso pleito con la hermandad del Dulce Nombre motivado por diferencias en el establecimiento del día de salida de sus estaciones de penitencia. Así queda recogido en los «Anales de la hermandad»[8]:

«1761: Por desavenencias respecto al día de salida, se conserva un pleito entre nuestra hermandad —que desde su fundación y hasta 1879 saldría el Domingo de Ramos desde su sede mercedaria— y la del Dulce Nombre del convento de Santo Domingo, que pretendía salir también el Domingo de Ramos, cuando tenía asignada la tarde del Jueves Santo en aquel tiempo.»

Pues bien, en dicho contencioso se cita a Juan Rangel como «Hermano Mayor de la cofradía de Nuestro Padre Jesús de las Tres Caídas sita en el convento de Nuestra Señora de la Merced de la Villa de Osuna»[9].

¿Es posible que Gaspar de Castro, que actuaba en calidad de representante legal del entonces Hermano Mayor, y de la Esclavitud por extensión, desconociera la denominación auténtica de la cofradía? ¿Pudo tratarse de un mero lapsus del escribiente a la que no se le da importancia alguna para ser rectificado?

Segunda errata: 1935

En vísperas del estallido de la Guerra Civil, recurrimos nuevamente a los «Anales de la Hermandad» para encontrarnos este extracto de prensa con llamativas citas sobre aquella Semana Santa de 1935 en general y la hermandad de Jesús Caído en particular [10]:

«29 de marzo, Jueves Santo. El periódico El Paleto vuelve a arrojarnos luz sobre la vida de la hermandad, en lo que se describe como una brillante celebración de la Semana Santa en Osuna, con "una gran procesión religiosa con el concurso de todas las Hermandades". Referido a nuestra cofradía, el Jueves Santo, se reseña "Nuestro Padre Jesús de las Tres Caídas y Nuestra Señora de los Dolores, de la iglesia de la Merced".»

Tratándose de un periódico de ámbito local resulta más llamativo aún este error tan visible al lector. ¿Descuido, desconocimiento, simple confusión?

¿Sólo para el anecdotario?

Reconociendo que, en tantos años de existencia, estas citas aisladas en nuestros anales históricos —y otras que existirán con toda probabilidad— resultan poco menos que anecdóticas, los acontecimientos posteriores que derivaron en la sustitución del modelo iconográfico de Nuestro Divino Pastor nos hacen reflexionar si pudo existir alguna tendencia, extendida en el tiempo, que se mostrara reacia al misterio que inspiró la fundación de la hermandad.

Las fotografías más antiguas que se contemplan de nuestro Jesús de la Merced —años 30 del siglo XX— lo muestran cubierto de túnica púrpura inapropiada respecto a la primitiva alegoría. Se desconoce si para disimular deterioros evidentes o como advierte Moreno de Soto [11], estas acciones pueden considerarse premonitorias de lo que se venían gestando «...lo que permite intuir que desde lejos venía esquivo el original propósito iconográfico del fundador».

Un mismo Cristo, dos imágenes

Los acontecimientos hablan por sí mismos. La sustitución de la primitiva talla del Santo Cristo de la Caída en 1965 vino a modificar bruscamente la representación originaria de un singular modelo de iconografía devocional, el denominado Cristo de la Púrpura, o Jesús recogiendo sus vestiduras después de la flagelación —que ha sido considerada «una de las iconografías más originales y sugestivas que se prodigan dentro del ciclo pasionista representado en la Semana Santa andaluza»[12]—, hacia otro prototipo iconográfico compatible con el de Jesús Nazareno Caído o Jesús de las Tres Caídas camino del Calvario [13].

Afortunadamente, se decidió enseguida la recuperación del prodigioso rostro original de Gayón, quedando felizmente integrado al nuevo cuerpo labrado por Izquierdo. 

Hoy en día, Nuestro Padre Jesús Caído es una de las imágenes que cuenta con mayor predicamento devocional en Osuna. Con esta adaptación, de la genial obra de Alonso Gayón «nos resta la portentosa cabeza de la imagen titular de la cofradía, que se aprecia tallada por experta mano, sabedora de los secretos propios del oficio y de la recóndita geografía del alma humana donde mana la inspiración creadora que convierte en cuerpo tangible lo que ha de ser pura transparencia trascendente. Ambas esferas en una voz unitaria en alto grado se encuentran en esta talla.» [14]

Esta combinación resultante entre el antiguo rostro y el posterior cuerpo, así como la disposición atípica de la cruz portada sobre el hombro derecho, sin duda le han conferido unos rasgos únicos a Nuestro Sagrado Titular [15] . Un mismo Cristo en el que, de alguna manera, conviven dos imágenes y dos iconografías a lo largo de los siglos. Sin duda, algo extraordinario.

No encontramos aquí mejor descripción posible que la sublime exposición de Moreno de Soto [16] :

«Tiene Osuna un Cristo mercedario, con rostro macerado por aceitunada pátina, nariz aguileña de hebraica raigambre, recia y soberana bondura, en cuya hechura hubieron de encontrarse no una sino sendas figuras, que en su rodar hubieron de beber los vientos de un sentimiento religioso unísono para que a la par dieran empírica materialización a tan hermosa imagen. La una, la del piadoso fundador de la Hermandad de Nuestro Padre Jesús Caído; la otra, la de un artista casi desconocido que tuvo el hálito interior de modelar en perecedera materia lignaria lo que estaba llamado a ser pura divinidad».


El bucle nostálgico

Curiosamente, esta excepcional «connivencia iconográfica» resulta extensible a otras circunstancias históricas de la Real Esclavitud que han marcado y, aún hoy, siguen siendo objeto de cierta relevancia. Nos referimos al forzoso traslado de sede eclesiástica tras el derrumbe de la iglesia de la Merced, que parece haber dejado un poso de añoranza y pérdida, como si de un duelo no superado se tratase.

No siendo un antecedente exclusivo —pues desgraciadamente otras cofradías de Osuna han experimentado similares circunstancias, que han asimilado con mayor naturalidad—, en el devenir de nuestra hermandad parece haber resultado especialmente traumático, a pesar de que muchas generaciones de hermanos ni siquiera pueden tener recuerdos o vivencias de ese pasado mercedario.

En el caso de la duplicidad iconográfica del Señor de la Caída cabe una airosa salida hacia delante del «bucle nostálgico» que ya se apuntó en anteriores publicaciones y, nos consta, ha sido seriamente valorado por anteriores juntas de gobierno —a nuestro parecer de forma acertada—, pues este asunto trasciende del análisis iconográfico devocional y puede percibirse a todas luces como una cuestión histórica y cultural de incalculable valor para la hermandad y para la Semana Santa de Osuna.

Si atendemos a las conclusiones del Informe de restauración [17] previo a los recientes y atinados trabajos sobre Nuestros Sagrados Titulares (2016-2017), los restauradores Pérez Pacheco y Morata Pla concluyen en la necesidad de «hacer ver a los hermanos (...) que el azaroso devenir del primero de los titulares de la corporación es, precisamente, su mayor activo patrimonial, en lo histórico, en lo artístico y en lo espiritual, pues en ella se identifica una materia artística que ha sido, además, objeto de devoción».

Bajo estos parámetros —y siempre desde el más absoluto respeto hacia la imagen devocional contemporánea que conocemos de Nuestro Padre Jesús Caído, objeto de tan extraordinaria y fervorosa admiración por el pueblo de Osuna, sobre la que no cabe ningún efecto—, volvemos a concluir con esta reflexión: ¿sería una utopía emprender una restauración de la primitiva imagen retirada al culto sin más finalidad que la de su recuperación patrimonial y artística? [18]

J.C.M. 24/01/2021



[16] MORENO DE SOTO, P.J. Ob. Cit. Pág. 56

[18] "El cambio iconográfico y los vestigios conservados" Octubre, 2020. www.jesuscaidoosuna.com

[1] MORENO DE SOTO, P.J. "Manuel de Ávalos Pimentel, Alonso Gayón y los orígenes de la Cofradía de Nuestro Padre Jesús Caído de Osuna". Semana Santa en Osuna, 2007. Pág 56.

[2] Historia/ Anales de la Hermandad (www.jesuscaidoosuna.com)

[3] MORENO DE SOTO, P.J. Ob. cit. Pág. 52

[4] "El cambio iconográfico y los vestigios conservados" Octubre, 2020. www.jesuscaidoosuna.com

[5] MORENO DE SOTO, P.J. Ob. Cit. Pág. 56

[6] "El paso de misterio en el año fundacional" Junio, 2020. www.jesuscaidoosuna.com

[7] "El paso de misterio en el año fundacional" Junio, 2020. www.jesuscaidoosuna.com

[8] Historia/ Anales de la Hermandad (www.jesuscaidoosuna.com)

[9] MORENO DE SOTO, P.J. Ob. Cit. Pág. 52

[10] Historia/ Anales de la Hermandad (www.jesuscaidoosuna.com)

[11] MORENO DE SOTO, P.J. Ob. Cit. Pág. 51

[12] MORENO DE SOTO, P.J. Ob. Cit. Pág. 51

[13] "El cambio iconográfico y los vestigios conservados" Octubre, 2020. www.jesuscaidoosuna.com

[14] MORENO DE SOTO, P.J. Ob. Cit. Pág. 56

[15] "El cambio iconográfico y los vestigios conservados" Octubre, 2020. www.jesuscaidoosuna.com

[16] MORENO DE SOTO, P.J. Ob. Cit. Pág. 56

[17] "Informe de Restauración y Presupuesto. Esculturas de Jesús Caído y Ntra. Sra. y Madre de los Dolores". ARS NOVA, S.L. (2016).

[18] "El cambio iconográfico y los vestigios conservados" Octubre, 2020. www.jesuscaidoosuna.com