
La Columna | Antonio Morón Carmona. Publicado en MERCED, nº6 —Septiembre, 2022—
Mi abuelo Juan y la Hermandad de Jesús Caído
Entre las diferentes hermandades a las que pertenezco, mi principal devoción, inculcada por mi padre, es la de Nuestra Madre y Señora de los Dolores cuyo carisma, el de la Orden de los Siervos de María, me embarga poderosamente. Junto a mi padre, mi abuelo materno Juan Carmona López son dos de los hombres que han marcado mi personalidad desde mi infancia. A mi abuelo Juan no pude conocerlo personalmente, pero su memoria, transmitida con tanto cariño y viveza por mi madre, junto al resto de mi familia, hace que lo sienta presente.
Cuando comencé a interesarme por nuestras cofradías, esperaba con ilusión la edición de la revista de Semana Santa. En la de 1993 se publicó una fotografía que ya conocía pues también la teníamos en casa: un grupo de hermanos de la querida Hermandad de Nuestro Padre Jesús Caído posando en el antiguo claustro mercedario. Al centro de ellos, aparece mi abuelo Juan, Juan el blanqueador. Mi imaginación echaba a volar al unirse la faceta de mi abuelo como cofrade con un tiempo pasado de nuestra Semana Santa que me llenaba de curiosidad. ¿Qué podría contarme mi abuelo sobre la iglesia de la Merced y la Hermandad de Jesús Caído en esos años?
En casa se han conservado varios recibos de pago para el enterramiento de los hermanos difuntos de los años 1965, 1966 y 1967.
Era esta una de las funciones de la Hermandad de Jesús Caído: se pagaba una cuota (5 pesetas) para sufragar el sepelio de sus miembros y recibir sepultura en el panteón del cementerio. Curiosamente, los recibos están a nombre de mi abuelo Juan y de mi abuela, pero el cobrador se equivocó y la anotaba como Rosario Carrasco, siendo su nombre Carmen. Dichos años coinciden con los últimos de vida de mi abuelo (murió en 1967), por lo que asistió a sucesos tan tristes como el hundimiento de la iglesia de la Merced y la diáspora de un maravilloso patrimonio artístico, así como el cuestionado cambio iconográfico de Nuestro Padre Jesús Caído. Una hermandad en absoluta transformación.
La Real y Humilde Esclavitud Mercedaria de Nuestro Padre Jesús Caído es una de las hermandades con más personalidad de la Semana Santa de Osuna y sobrepasa los límites municipales al ponerse en relación con otras de poblaciones como Écija, Lucena o Archidona, pues allí se venera también el misterio de la caída de Jesús tras ser azotado; o Estepa, donde procesiona San Pedro tras negar a Cristo, dos iconografías (azotes y negaciones del discípulo) que suelen ir emparejadas. Se refuerza así la peculiar identidad que se da en la zona centro de Andalucía alejada, afortunadamente, del potente foco homogeneizador sevillano.
«El pasado siempre está presente», dijo el escritor belga Maurice Maeterlinck. Un pasado que siempre agradeceré a mi madre y a mi familia por haber mantenido vivo a mi abuelo Juan. Un pasado con el que sueño ver, como lo hicieron tantos hermanos desde 1705, a un Jesús Caído junto a la columna abalaustrada y con un curiosísimo taburete donde apoyaba sus brazos (un detalle lleno de ternura y melancolía). Un pasado más reciente que deseo volver a ver: a la Virgen de los Dolores con sus manos entrelazadas sosteniendo su corazón traspasado. Y, ¿por qué no?, imagino unas andas entre los dos pasos el Jueves Santo, con un San Pedro lloroso que reproduzca en escultura la impresionante pintura del mismo tema que pintó José de Ribera y cuelga en nuestra Colegiata.