XIV Pregón del costalero (2018)


La Hermandad de Nuestro Padre Jesús Caído, al albur de los fastos de su tercer centenario fundacional, decidía dar voz a la figura del costalero por primera vez allá por el año 2005. Catorce ediciones han pasado desde entonces en las que este pregón ha ido adquiriendo gradualmente una mayor relevancia hasta convertirse actualmente en uno de los referentes destacados dentro de la agenda cofrade de Osuna. Sería Don Gabino Rangel el primer costalero de Osuna en ponerse frente al atril y desde entonces ningún otro costalero de la Hermandad que da impulso a este acto había vuelto a protagonizarlo.

El pasado 2018, por añadidura, año del octavo centenario de la fundación de la Orden de la Merced, sería la segunda vez que otro costalero de la Hermandad mercedaria volviese a declamar dicho pregón. Si bien en la primera ocasión era un costalero de Nuestra Señora y Madre de los Dolores, en esta ocasión tomaba la palabra un integrante de la cuadrilla de Nuestro Padre Jesús Caído, Don Jairo Muñoz, quien, como es tradición cada domingo previo a la entrada de la Cuaresma, volcaba sus vivencias cofrades en clave costalera.

Entrando propiamente en lo que nos deparó el Pregón del Costalero del pasado año, cabe resaltar en primer lugar la emotiva presentación que del pregonero hizo su amigo Don Francisco José García Carrasco, "Curro Marquina", quien nos hizo una semblanza del pregonero desde el punto de vista humano, resaltando sus valores como amigo, padre de familia, hijo y cofrade.

Como si de una buena chicotá se tratase, comenzaba el pregón con una llamada de martillo llevada a cabo por el hijo de Quitero Rodríguez, amigo personal del pregonero. Una vez dispuesto Jairo, echaba a andar el pregón con paso firme, teniendo un primer hito destacable en el recuerdo a la destacada efeméride mercedaria a la que anteriormente hacíamos alusión, llevando a cabo una especial felicitación a las hermanas mercedarias del monasterio de la Encarnación, con las que la Hermandad de Jesús Caído guarda una especial vinculación. Seguidamente el pregonero nos transportaba a sus inicios como costalero en el paso de la Sagrada Entrada Triunfal del Señor en Jerusalén, "la Borriquita", destacando el gran recuerdo que guarda de aquellos años y la gran calidad humana de los integrantes de aquella cuadrilla.

Con paso valiente, seguía avanzando el pregón de Jairo, gravitando en torno a dos constantes bien palpables: por una parte "la llamada" de la que fue objeto por parte de Nuestro Padre Jesús Caído para, en palabras del propio pregonero "llamarle a filas" y formar parte de su cuadrilla de costaleros, hecho que indiscutiblemente supuso un antes y un después en su vida; por otra, el legado como costalero que le ha dejado su padre, Antonio Muñoz "Chigate", componente de la mítica cuadrilla del Señor de la Merced fraguada en los años ´70 y cuyo núcleo duro se dilató durante varias décadas bajo las trabajaderas de caoba. En torno a estos dos ejes fundamentales y de gran carga emotiva, Jairo fue aglutinando una serie de vivencias con las que todo aquel costalero se siente identificado, tales como la amalgama de sentimientos que se apoderan de uno la primera vez que es llamado a formar parte de la cuadrilla de la Imagen de su devoción, las vivencias de las propias cuadrillas, el recuerdo a los que ya no están o el reconocimiento a los mayores de nuestras hermandades, todo ello en clave caída.

En este punto hemos de resaltar como nota destacada la interpolación de algunas piezas musicales por primera vez en algunos pasajes del pregón a cargo de la Banda de Cornetas y Tambores de Nuestro Pare Jesús Caído, algo inédito hasta la fecha y que dotó a la narración de Jairo de una profundidad sentimental inusitada.

Sin prisa pero sin pausa llegaba al final la declamación de Jairo. De esta forma, con un llamamiento a las conciencias de todos los costaleros presentes en el acto y de nuevo con un golpe de martillo, se cerraba el círculo y tocaban el suelo los cuatro zancos del pregón de "Chigate hijo", poniendo así fin a una excelsa lección ante el atril en la que, para gozo y emoción de los presentes, el pregonero puso al servicio de su pregón todo el corazón y la maestría que derrocha debajo de las trabajaderas de Jesús Caído cada Jueves Santo.

Fernando Jaime Pachón Cano